PASO DEL VIENTO

Capi Cabrera
Del 4 de marzo al 15 de abril de 2022

El viento es aire en movimiento, y precisamente el movimiento, el tiempo implícito en él, ha sido el factor determinante para activar estas breves reflexiones. Las complejas y apasionantes interacciones espacio-temporales ponen al descubierto las infructuosas consecuencias del análisis tan propio de la racionalidad. El viento no solo es capaz de recorrer enormes distancias, de asociarse a lugares específicos, sino que es un maravilloso y terrible reloj que marca las horas del día, las estaciones del año, las variaciones de ese otro tiempo meteorológico tan incierto e imprevisible como el futuro. 

El presente es lo único que tenemos y sin embargo no hay una realidad absoluta tan fugaz como el presente: ese instante que persigue el futuro y se engulle sin consumirse en el pasado. Esta impermanencia nos aboca al cambio “cambia, todo cambia” pero también impulsa nuestra resistencia al mismo: la búsqueda de lo permanente, de lo duradero, de la eternidad? Me atrevería a decir que el equivalente pictórico más preciso del presente continuo es el gesto; protagonista incontestable de esta exposición. 

El regreso de Capi Cabrera a su Canarias natal ha detonado un cambio profundo no solo en su pintura. Supone, en varios sentidos, una vuelta al origen tanto territorial como vivencialmente hablando, pero también un firme compromiso de avance, de abandono de esa zona de confort que supone lo ya conocido y dominado, de apuesta radical por el cambio, por la innovación, por la búsqueda constante de esa realidad donde uno se manifiesta y es pintando. 

Imaginación material en estado puro y desnudo. Monocromos elementales activados mediante la energía del gesto. Fuego enfriado, Agua petrificada, sonidos visibles, naturaleza creciendo y respirando entre la Tierra y el Aire. Los cuatro elementos y su extraordinario poder onírico tan caro a Gaston Bachelard (Psicoanálisis del fuego, El agua y los sueños, El aire y los sueños…). Lugares como Gáldar, Guayedra o Guayadeque que se mueven (y nos conmueven) hacia la memoria del porvenir. Espacios insondables y tiempos detenidos en el espejo mágico de la superficie del cuadro. Todos estos y muchos otros pequeños grandes milagros aparecen ante nuestros ojos mediante gestos que no dejan de fluir en su paradójica inmovilidad. 

La potencia de la naturaleza isleña resuena con fuerza en los límites infinitos de sus pinturas, vibra con los colores esenciales asociados a ella: azul, amarillo, ocre, verde. El gesto se desborda generoso y exuberante mientras apenas soñamos con los ojos abiertos. Pero no debemos olvidar esa otra naturaleza esta vez individual, ese tiempo vivido que brota en el presente: gestos, ritmos, repeticiones, cadencias que se suceden con la sonoridad íntima de la infancia (Sopita y pon), con la pasión absorta del juego juvenil, con el convencimiento de la madurez. 

Quiero terminar como empecé, con otras palabras de V. Flusser… tal vez la mejor estrategia sea observar el gesto mismo, tal como se da y sucede delante de nosotros: como un ejemplo de libertad. Significa un intento de ver el mundo con ojos nuevos, sin las gafas de los prejuicios que objetivan y abstraen, que nos ha puesto nuestra tradición. Entonces “aparece” el mundo de nuevo y brilla en el esplendor de los fenómenos concretos1. 

1Flusser, Vilém. Los gestos. Barcelona, herder, 1994. pp. 96-97

Exposición realizada con la colaboración del Ministerio de Cultura y Deporte y la Unión Europea – NextGenerationEU

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