EN BUSCA DEL TESORO

Guillermo Peñalver
Del 26 de mayo al 8 de julio de 2023

A pesar de la filosofía de Marie Kondo, del feng shui o del minimal, hay algo dentro del ser humano que lo mueve a otros territorios donde regodearse de aquello donde lo estético prevalece sobre lo práctico, sobre lo organizado o lo lógicamente estructurado e incluso sobre lo armónico. El paradigma de esto que os hablo podrían ser los 69 huevos creados por la casa Fabergé entre finales del XIX y principios del XX. ¿Qué cosa, verdad? Unos huevos de Pascua producidos mediante alta orfebrería con piedras y metales preciosos. ¿Su utilidad práctica? Ninguna. ¿Su precio? El más caro se estima en algo más de 30 millones de dólares.

Es curioso que el único animal que goza del poder del raciocinio (bueno, no sé si esta afirmación está ya algo anticuada), busque alejarse de este. Como si de una especie de desafío contra su propia naturaleza se tratase, el ser humano, en un acto de rebeldía, rehuye el dominio de lo racional y lo práctico, para instalarse en lo kitsch (entiendo lo kitsch como el territorio de la disidencia radical de lo lógico, de lo práctico, de las corrientes estéticas vigentes, del mainstream, de la razón por la razón). En realidad, si lo pensáis, no hay nada más humano que esto.

Es así como hace casi 20 años, el artista Guillermo Peñalver (Tarragona, 1982) empezó una colección de objetos cuya utilidad estaba subordinada a la estética de los mismos: jarrones, platos, teteras o boles con formas de animales, órganos humanos, vegetales. etc. ¿Quién quiere comer en un plato corriente pudiendo comer en un plato con forma de hoja de repollo? Ahí está lo kitsch, esa absurdez rebelde contra el dogma de la utilidad por la utilidad, la búsqueda de la fantasía en lo cotidiano. Si tenemos que comer y beber todos los días, ¿por qué no hacerlo en un vaso en forma de fresa y en una sopera rodeada de ocas?

En En busca del tesoro Guillermo Peñalver no sólo presenta algunos de esos objetos, sino el proceso de búsqueda de estos. Una búsqueda compleja que consiste no sólo en ir a rastros, al Tiger o a una tienda de decoración, sino que hay una búsqueda de afinidad, encontrar ese objeto que, sin una relación causal evidente, sea capaz de generar una relación de identidad. Al fin y al cabo, una colección (sea de lo que sea) no es más que un autorretrato poliédrico de su artífice, del/a coleccionista. En dicha búsqueda hay algo de arqueológico, con el objeto y con uno mismo; es como querer cavar un túnel, comenzando a remover la tierra desde dos puntos diferentes hasta que estos se encuentren justo donde descansa el tesoro.

Ese carácter arqueológico se da en el propio trabajo de Peñalver, pero a la inversa. A través del papel, la cartulina, el dibujo y la tijera, el artista renarra ese proceso de búsqueda del tesoro. Dibujar a través de la superposición de recortes, es ahí donde se halla la poética arqueológica de su trabajo, la construcción a través de vestigios, la reestructuración de un todo a través de fragmentos. ¿No es así cómo se construyen y constituyen los objetos? ¿Puede ser un objeto una obra de arte? ¿Es una obra de arte un objeto?

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