“Es una experiencia tan sorprendente y saludable como valiosa perderse alguna vez en los bosques” Walden. H.D.Thoreau
Hay escenarios que pueden ser bucólicos a la vez que inquietantes y el bosque es uno de ellos. Desde los cuentos populares, pasando por la mitología clásica y enlazando con diferentes expresiones artísticas de cualquier época, el bosque siempre ha estado ahí como una presencia latente, tan fuente de vida y protección como cuna de criaturas salvajes, peligros y leyendas. La revelación y la resistencia. El disfrute y la melancolía. La exuberancia y el miedo.
En el bosque, inquietante a la vez que seductor, suceden cosas que no vemos. Es amenaza pero también cobijo; atesora los saberes ancestrales y se expresa con su propia voz. Los bosques ya estaban aquí mucho antes que nosotros, son testigos de la historia.
“El aire del bosque entero parece sacudido, vibra, se cruza de relámpagos fugaces” En el bosque. Ana María Matute
La naturaleza siempre ha estado presente en mi pintura y poco a poco se ha ido convirtiendo en un elemento imprescindible. Hasta el momento la había retratado contenida, domesticada pero ahora quiero que rebase los muros y crezca libre, que invada el terreno y nos empuje a adentrarnos en su frondosidad. Quiero plasmar la naturaleza en todo su esplendor desde la fascinación.
Con esta serie de lienzos pretendo transmitir la sensación de plenitud que se siente cuando respiras hondo en la montaña y las nubes están más cerca; cuando paseas entre los árboles y solo escuchas tus pisadas y el viento en las hojas. Esa sensación de no necesitar nada más que estar ahí, en ese lugar puro y sin artificio donde la certidumbre no tiene cabida. Es entonces cuando abandonas tu ensimismamiento y comienzas a prestar atención al entorno.
Porque el paisaje no solo se ve, si no que se percibe con todos nuestros sentidos, agudizamos estos para percibir más: luz, calor, rumores, aromas… Y te das cuenta de que no te conformas con estar ante él si no que quieres pertenecerle.
Esta conexión con la naturaleza es eso tan primario y esencial que supone sentirte parte de ella y no dueña; que te hace pensar en equilibrio y armonía y no en intereses de consumo y explotación abusiva; que supone disfrute, admiración, respeto y no abandono, indiferencia o destrucción.
“Disfruta de la tierra pero no la poseas” Walden. H.D.Thoreau
Por todo esto intento que en estas nuevas pinturas los escenarios no se limiten a ser meros marcos físicos sino que se fundan con las figuras; que los unos no se entiendan sin las otras.
Cada vez limito más la presencia humana que sigue siendo predominantemente femenina y que sigue presentándose de perfil o de espaldas al espectador, ocultando su expresión, su mirada. ¿Están enfrascadas en sus propios pensamientos? o por el contrario ¿observan atentamente el entorno? Sea lo que sea, mi intención sigue siendo la de recogimiento, introspección, contemplación.
También recurro a la fauna, otro elemento habitual en mi pintura, en este caso pretendiendo acercarme al imaginario de los cuentos clásicos y las fábulas para otorgar así a las obras una lectura simbólica.
Ese halo romántico que ya se podía apreciar en lienzos anteriores creo que se ha pronunciado en estos, donde la figura, en muchas ocasiones sola, ocupa cada vez menos espacio ante la inmensidad de la naturaleza enigmática e imponente. Busco que cada obra tenga más de una interpretación y que detrás de la amabilidad y sosiego aparentes, también se puedan percibir inquietud y misterio.
Me inspiro casi siempre en paisajes reales y que tienen un significado especial para mí pero sigo idealizándolos mediante la contundencia de las formas y la intensidad cromática. En esta ocasión, aunque dejo espacio a rojos, amarillos, azules y violetas, me he propuesto explorar más a fondo la paleta de verdes, compleja e infinita.
Y de la misma manera que se liberan plantas y árboles, me desencorseto un poco en mi modo de pintar: intento controlar y contenerme menos con el fin de enriquecer texturas, aportar profundidad y crear atmósferas.