Capi Cabrera nos presenta en Pintura y Espera la certeza de su intuición. La aparente casualidad del trabajo expuesto es el resultado de aprender (des)haciendo, de saber intuir el acontecimiento antes de que se produzca; algo tan conmovedor como la necesidad del ser humano de conocerse en el mero vivir.
El artista pinta sobre soportes livianos, transparente acetato de celulosa y metacrilato, la función de la cura, que no es el tema: es la utilidad de lo inútil, paradoja resuelta por Ordine en su precioso libro La utilidad de lo inútil. Manifiesto, al considerar útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores, sin afán de lucro. Capi tiene gusto por la superficie brillante del esmalte sintético y el saturado rojo flúor. Conoce la importancia de la magia y el sentido de la técnica. Sabe de la mecánica de los fluidos. Los motores de su pintura son tres: la energía del desecho necesario, la mirada delicada y la síntesis entre el gesto y su huella. Pintura y Espera también es, quizá, metáfora del innegable muro, del plano sobre el cual el pintor proyecta su poética mientras acontece la vida. No expresa el tiempo. No representa el momento. Lo encapsula. Al voltear el acetato hace desaparecer los milímetros de la carga pictórica. Los brochazos reaparecen como en la pantalla iluminada del monitor. Ora detiene el gesto. Espera. Ora tensa el movimiento. Así nos enseña apenas, con juguetona metodología, la parte trasera de su pintura, los estratos ocultos, lo inusual de los hechos.