THIS PERFECT DAY

Avelino Sala
Durante 2017
Perfecto significa “acabado, sin falla”. Y en todo proceso llega un día en que todo termina. Avelino Sala presenta un proyecto donde todos sus componentes hablan del fin: el fin del tiempo, el fin de la economía, el fin de Europa, el fin del bienestar común, el fin de la empatía en definitiva, pues todos son ya enemigos de todos. La búsqueda de las utopías, de Thomas Moore y Tomasso Campanella en adelante había culminado en su órbita más cercana en los denominados Trente Glorieuses, aquellos años del crecimiento indefinido cuyo horizonte de sucesos parecía no poder vislumbrarse. Sin embargo, los hijos de la opulencia han demostrado ser los heraldos del egoísmo, pues son los que están destrozando el futuro. Y This Perfect Day habla pues, precisamente, de toda esa escatología de la civilización: el tiempo de las revueltas, los amaneceres dorados y los atardeceres sangrientos.
Junto a la minuciosa pátina del academicismo más clásico, de los dibujos detallistas y de las delicadas acuarelas, Avelino Sala, cortocircuita su propio discurso insertando la idea del vandalismo -no solamente en los sempiternos encapuchados que pueblan su producción- sino en la propia autodestrucción de la imagen gráfica a través del grafiteado de mensajes a modo de tachadura, reforzando un mensaje que anula la idea trascendente de que la obra de arte es un memento mori y que la aproxima a la vanitas barroca: todo es vacío, todo es teatro, toda vida es sueño. Así, el pasado, el presente y el futuro conforman la urdimbre temporal en la que se trenza el tejido visual de Sala; las piezas se configuran conceptual, formal y narrativamente en tanto que cajas chinas pero, al mismo tiempo, se disponen en ellas una panoplia de ideas -a modo de sampleado, lo que desvela la articulación del pensamiento del artista, como en sus collages- a las que Sala trocea, violenta y manifiesta a través del objeto o de la historia que se escamotea detrás: Disparad sobre nosotros. El enemigo está dentro (2008) se incrusta en los estratos de tiempo, y su observatorio se sitúa tan cerca de la Guerra Civil (y sus efectos en Gijón) como de la paranoia acusatoria de la sociedad de la vigilancia del mundo globalizado. Toni Negri y Michael Hardt pensaban que el concepto de Estado-nación estaba próximo, sin embargo, los últimos acontecimientos (Brexit, victoria de Trump, el choque Oriente-Occidente…) han obligado al viraje violento en sentido contrario: hacia el reforzamiento de los nacionalismos y de las identidades diferenciadoras que eliminan la conexión común con el Otro y que nos acercan a los peores augures del siglo XIX. El oro ha sido el epítome durante siglos de la riqueza pero en nuestra contemporaneidad se interpreta con mayor nitidez que el brillo dorado esconde un reverso tenebroso: ya no hay más ciudades doradas -Civita Solis (Campanella, 1602)- sino la inversión (en su sentido espacial y económico) de la utopía como campo productivo. Así, ejecutivos agresivos con embozos saludan a los refugiados que huyen de las guerras de baja y media intensidad y el valor de la moneda se incrementa gracias a la alimentación con sus fluidos vitales. Y simultáneamente, el mito de Ícaro se reinterpreta como una metáfora del suicidio colectivo de una sociedad decadente, pues todo es negocio y ultraprotección. Porque Europa se blinda para destruirse a sí misma. El proyecto europeo fundado en los valores de la modernidad -libertad, igualdad y fraternidad son palabras sin significado en la neolengua- ha colapsado sobre sí mismo porque ha alcanzado una masa crítica imposible de controlar: Europa ha muerto pero por un extraño azar del destino es un cadáver que se mantiene en pie. Disparad sobre nosotros pues el enemigo está dentro.
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